Blogia
un estudio sobre adán coprovich

prólogo


BAÑISTAS RUBIOS (a coro): Nuestro líder es hombre experto en agonía de ballenas.
BAÑISTA A: ¿Se puede ser experto en una cosa tan rara?

(Javier Tomeo, Historias mínimas, Anagrama, Barcelona, 1986)



Hace ya varios años que el Departamento de Lengua y Literatura del instituto de Educación Secundaria donde doy clases, tomó la decisión de ampliar los conocimientos de los alumnos incidiendo y profundizando en algún autor, figurase o no en el programa oficial de la asignatura. Año tras año dicho departamento ha seleccionado por consenso a un escritor en lengua castellana, y éste ha sido estudiado conjuntamente por alumnos y profesores, llegando a trabajos de gran calidad en diversos ámbitos (filológicos, sociológicos, psicológicos, etcétera) y en ocasiones consiguiendo unos descubrimientos sobre cada materia que nos llenan de satisfacción. A través del análisis de la época, vida y obra de un autor determinado, no sólo conseguimos hacernos más expertos sobre éste, ni sobre el mundo literario o libresco, sino que muchas veces nos acerca a capítulos de otras asignaturas, como Historia, Sociología, Matemáticas, Historia del Arte, etcétera. Esta forma de estudio se ha convertido ya en un clásico dentro de nuestra comunidad escolar, es una especie de taller o, como nos gusta decir, nuestra materia “trans-versal”; y nos permite conocer prácticas e ideologías literarias poco o nada académicas, líricas incluso, más experimentales, más “panguardistas” (1).
Es en este contexto donde hace un tiempo se convino afrontar el estudio de Adán Coprovich. Pocos autores han dado tantas dificultades de estudio. Lo primero que nos sorprendió es que si ciertamente, con irregular dificultad, se podía tener acceso a su obra y a algún que otro comentario, reseña o entrevista en variopintas publicaciones, nadie hasta la fecha, que nosotros sepamos, ha acometido un estudio completo o medianamente profundo de nuestro autor. La carencia de una publicación que globalizase el conocimiento que de él se tiene, la absoluta falta de monografías, tesis o ensayos sobre su persona, hizo que el Departamento rectificara su intención y cambiase de autor propuesto: Jaime Gil de Biedma resultó ser más accesible.
Sin embargo, a título personal, no pude dejar de lado el reto de compilar los pocos datos que sobre Adán Coprovich tenemos a nuestro alcance. Y, aunque fuese en solitario, aplicaré para mostrarlos el mismo método que pido a mis alumnos: investigación sobre el hombre, la obra y la época, más la reflexión y aportación personales sobre temas y conclusiones, sin miedo a tirar del hilo de Ariadna del conocimiento para atrapar lo máximo posible de nuestra red cultural.
Sirva pues modestamente el presente tratado como la vindicación del poeta Adán Coprovich, con la esperanza de incitar a un mejor estudio posterior, que con humildad considero no sólo pertinente, sino urgente, por especialistas más preparados, más eficaces y más relevantes que yo, un simple profesor de instituto, un apasionado de la literatura en habla hispana, un mero admirador. Un robinsoniano tratado, por otra parte, cuya redacción ha sido un completo gozo personal, para lo que no he dudado en dejar fluir mi propia reflexión y reflejar lo que no son más que opiniones personales. Espero que sepan disculpar sus muchos errores metodológicos y carencias instrumentales, que sea de su agrado y cumpla su cometido: ser un puente para que acudan por sí mismos a una obra cuidada y merecedora de mayor conocimiento popular.

 

(1) El término “panguardias” fue utilizado precisamente por el autor que nos ocupa, en uno de sus más célebres comentarios: No, no, no. Ni vanguardias, ni retraguardias. A mí me interesan las panguardias: simplemente lo que está atento a todo, pendiente de la Totalidad.

0 comentarios